2011

El Pedraforca

Continuando con mis salidas del Centre Excursionista de Rubí de los segundos miercoles de mes, Alfons había preparado para despedir la temporada una subida en toda regla: El Pedraforca. Una montaña de 2500 m. de altura y con un aspecto muy característico: los dos picos que la coronan, lo que le proporciona una imagen espectacular. Dada la distancia que teníamos que recorrer hasta iniciar la subida a pie y la propia duración de la misma, en esta ocasión emplearíamos todo el día en lugar de la mañana como hasta ahora.

De los habituales que hemos salido casi todas las semanas solo estábamos Alfons y yo. Se añadió este día Rosa Alsina, que ya nos había acompañado a Montserrat y que es una montañera de primer orden. Magi y Pep no pudieron acompañarnos por cuestiones personales. Yo todavía no era consciente de lo que me esperaba esa mañana. Simplemente pensaba que se trataría de una salida algo más dura que las que habíamos hecho hasta ahora. No fue así.

Tras casi dos horas en coche, llegamos a las proximidades del refugio Lluis Estasen, cerca de la población de Saldes, desde donde iniciaríamos la subida a pie. En un primer tramo debíamos alcanzar el Coll de Verdet y ciertamente este no fue diferente a otras subidas. Subíamos por el bosque con unas vistas impresionantes de la montaña de color casi blanco entre el verde intenso de los arboles. El tiempo era nuboso, amenazando con lluvia que al final afortunadamente no cayó. En unas dos horas alcanzamos el Verdet donde hicimos un alto para desayunar y prepararnos para la subida final.

En este punto encontramos a otros excursionistas que estaban haciendo también la subida, entre ellos un grupo de adolescentes dirigidos por unos monitores que no eran mucho mayores que ellos y que no parecían muy preparados para acometer esta pequeña aventura. El Pedraforca no es el Montblanch, desde luego pero hay que llevar por lo menos agua y algo de comer. Ellos subían prácticamente a  pecho descubierto.

En este tramo fue donde si no hubiera sido por mis compañeros no lo habría conseguido. A partir del coll la vegetación desaparece por completo y solo queda roca, una roca que desde abajo veíamos casi blanca y que realmente lo era. La subida se hace a base de pies y manos, vamos una auténtica escalada solo que sin cuerdas. En esta situación te das cuenta de aqui no se pueden cometer errores porque si cometes alguno simplemente no lo cuentas. Antes de mover un pie o una mano (las manos son casi más importantes que los pies) debes asegurarte que el sitio al que te vas a agarrar o donde vas a poner el pie es totalmente seguro. Hubo un momento en el que me entró el pánico. Para progresar debía agarrarme a un sitio que me parecía estar demasiado lejos para alcanzarlo. Siempre recordaré la frase que me dijo Rosa que venía prudentemente detrás: "No te rindas tan pronto". Si no hubiera sido por ella, y no solo por la frase  sino porque me ofreció un punto de apoyo para darme seguridad, no se que hubiera hecho, porque la vuelta atrás no parecía mucho más sencilla que la salida hacia adelante. Finalmente conseguí superar el mal momento y seguí la escalada hacia la cima. Fue una experiencia totalmente nueva para mi en la no me importa reconocer que pasé miedo.

Tras una hora y media de grimpada llegamos finalmente a la cima. Tras las fotos de rigor iniciamos la marcha a lo que iba a ser la segunda experiencia del día para mi: el descenso por la Tartera. Se trata de una ruta cubierta de grava que alcanza en algunos puntos casi un palmo de espesor. Para bajar hay que ir cargando el peso del cuerpo sobre los talones, lo que provoca un ligero deslizamiento de la grava provocando la sensación de que estuvieras esquiando. El descenso es rápido y el peligro es que el cuerpo se te vaya hacia delante lo que provocaría que acabara rodando montaña abajo. Otro problema son las caidas de culo cuando el espesor de la grava no es suficiente. El exceso de confianza me provocó varias de estas.

Finalmente alcanzamos el refugio Lluis Estasen más de seis horas después de haber salido. Fueron cinco horas y cuarto de camino y toda una experiencia para mi. Agradezco a Rosa y Alfons la oportunidad que me dieron de disfrutarla, así como su ayuda, sin la que no lo habría conseguido.



Estenalles la Mola

Esta fue la primera salida que realicé con el CER. Fue el 15 de diciembre de 2010 y resultó bastante intensa. Los tres componentes de "la cordada" eramos Alfonso, Pep y yo. Empezamos en el coll d'Estenalles y subimos al Montcau para después continuar hasta La Mola.

Aunque aguanté bien, la subida resultó más dura de lo que me esperaba, sobre todo al Montcau. Yo creí que mis casi diarias sesiones de gimnasio me ayudarían más de lo que lo hicieron. Descubrí que caminar sobre terrenos pedregosos y muy irregulares es bastante diferente a hacerlo sobre una cinta eléctrica o en la ciudad. Cuando llegamos arriba encontré unas vistas absolutamente espectaculares. Me resultó muy sorprendente ver las chimeneas de Sant Adriá o el mar. La niebla y las nubes añadían encanto a la situación. El desayuno en el restaurante del Monasterio de Sant Llorenç de Munt resultó también muy agradable con las formidable vistas que se disfrutan.

La verdadera aventura comenzó con el descenso, curiosamente cuando parecía que ya todo estaba hecho y solo nos restaba volver a casa, o eso era lo que creía yo. Bajar una montaña es bastante más exigente de lo que puede parecer. El trabajo cardiopulmonar es menos exigente pero los tobillos y las rodillas sufren bastante, aparte de otras partes del cuerpo que descubriría al día siguiente. Como la cosa parecía sencilla, Alfons propuso que tomáramos un atajo que estaba interesado en explorar. Así nos fuimos metiendo en una especie de jungla vegetal que cada vez se cerraba más. Cuando llegamos al cauce de un arroyo, estaba ya bastante claro que la vuelta atrás resultaba impensable, ya empezábamos a estar realmente cansados y tampoco teníamos claro por donde hacerlo, pues habíamos ido avanzando por una autentica maraña de vegetación. Avanzar tampoco resultaba prometedor porque nos enfrentábamos a más espesura y esta vez con subida. No había más remedio, así que empezamos a subir hasta que llegamos a un punto en el que yo sinceramente creí que nos íbamos a quedar. Alfons, que iba delante y está en mejor forma que nosotros, consiguió gatear literalmente entre una maraña de arbustos, arboles y piedras. Pep, no conseguía pasar por ese punto y yo que lo intenté alguna vez tampoco. Por fortuna Alfons, recordó que llevaba un trozo de cuerda en la mochila y se la tendió para que Pep pudiera subir tirando de él y yo empujándole por detrás. Una vez lo hubo conseguido me tiraron la cuerda y entre los dos consiguieron "rescatarme". Fue un momento bastante crítico, pero lo conseguimos, aunque por un momento me vi abriendo algunos telediarios: "Tres abuelos tienen que ser rescatados en el Parc de Sant Llorenç del Munt"

Cuando por fin encontramos el camino de regreso, les dije a mis compañeros que si esto era una especie de prueba con la que el CER intentaba evaluar a los novatos. Nos reímos todos pero ese momento creo que se nos ha quedado grabado a los tres, por lo menos a mi. Los tres días siguientes, mis músculos me recordaron que caminar por el campo y subir y bajar montañas, aunque sean pequeñas, no es lo mismo que ir al gimnasio  

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